REMEMBRANZAS DE FAMILIA
Edgardo Malaspina
“Remembranzas de familia”,
de Daniel Scott, es uno de los mejores libros de genealogía y crónica familiar
que he leído.
Jeroh
Montilla , en el prólogo, ubica esta obra en la casilla de los saberes
sometidos (que muchos llaman “microhistoria”) en contraposición con el saber
científico o académico, según lo preconizaba Michel Foucault. Montilla enfoca su atención sobre las
reflexiones del autor que reflejan “sus
antagonismos, sentimientos de culpa y
desesperación por haber asistido a la etapa final de tantos testigos históricos
y, muchas veces por pudor familiar de los involucrados, o por descuido o
indiferencia juvenil del mismo, haber dejado que el punto final de la muerte le
haya cerrado la oportunidad de asomarse, a través de esas viejas voces
vacilantes a una oscura o luminosa etapa
del clan familiar”.
El
escritor Alí Reyes dijo una vez : “el
pasado no tiene importancia. Pero la tendrá a medida que estés más distante de
él..”
En
efecto, queremos indagar sobre nuestros seres queridos, tener el cuento de sus
vidas a través de sus propias palabras, expresarles nuestro cariño, respeto y
agradecimiento precisamente cuando ya no
están con nosotros.
El
amigo Daniel hace una investigación, objetiva pero cargada de mucho
sentimiento, sobre el origen de sus apellidos Scott y Power, cuyas raíces se
remontan a los tiempos de la Guerra de Independencia.
El
libro es una sucesión de muchas anécdotas
entrelazadas, algunas muy curiosas como la referida al tío del autor, Horacio
Scott Power, comunista y ateo hasta las últimas consecuencias: en su lecho
de muerte se negó a recibir a un
sacerdote y rechazó una arenga religiosa del propio Daniel con un seco y muy convincente “a
vaina , déjame morirme tranquilo”.
En
el mundo del Socialismo Real conocí a muchos marxistas que fueron ateos de toda
una vida, y que luego a un paso de la tumba mandaron por un cura y se
arrepintieron entre humillantes sollozos: tanto nadar para ahogarse en la
orilla. En ese sentido, Horacio me parece un hombre admirable porque se mantuvo
en sus convicciones hasta el final de su existencia. Y Dios, que no debe ser vengativo ni resentido como cualquier vecino,
debe valorar la valentía de los ateos que viven y mueren solos.
Este
libro de Daniel Scott es una verdadera cátedra de genealogía viva, un homenaje
a la familia y una veneración por el padre.
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